El viento de abundancia del Dios
Duerme solo en su habitación y sueña que es quinientos años atrás y llegó la peste. Esta habitación tan estrecha y tan oscura es una casa con jardín en la que se reunió gente asustada, trajeron lo necesario, cerraron las puertas sobre la peste y narrando cuentos fascinantes tratan de vencer la soledad y el silencio de la cuarentena. Pero él sabe que hoy, cuando nadie nadie es dueño totalmente de su vida y las reuniones entre más de tres personas no tienen buenas consecuencias, cada uno tiene que vencer la peste en su propia habitación en pura soledad y silencio, si aún existiera una habitación.
En estos días de silencio no tiene nada qué hacer más que revisar cuentos antiguos y contarse historias a sí mismo. Días, semanas, meses, hasta el momento exacto en que una revista de otro lado del mundo le pide escribir sobre su experiencia de cuarentena. Se pone a trabajar y hace una lista de cosas importantes, conecta cada sujeto a un cuento antiguo, lee las historias pero no puede escribir por más que lo intenta. ¿Es posible contar la historia de una soledad y un profundo desamparo en unas cuantas páginas? ¿Es posible escribir algo cuando no se puede hablar? ¿Se puede contemplar una condición en la que incluso quien no está destinado a la muerte y la enfermedad prefiere acabar con su vida? Lee todo y piensa todo y camina todo pero no aparece un camino y le pide ayuda a dios y no lo encuentra.
Ha leído que Dios está en una de las líneas de un libro de una biblioteca que tiene cuatro mil libros. Un día cuando está leyendo un cuento de Borges, accidentalmente en las notas de pie de una página encuentra al dios en fuente pequeña. Toca la palabra del dios y se va a dormir. En el sueño una voz le habla por todos lados:
Te doy lo que quieres, pero antes tengo que contarte una historia. La historia de un rey que, cuando la muerte roja apareció en su territorio, dejó el pueblo y con unos allegados se refugió en una castilla y se emborrachó para escapar de la muerte. Cuando la muerte roja masacraba al pueblo él se sentaba en su palacio rodeado de bailes y trataba de no escuchar ni saber nada de ella. La muerte roja entró con él en el palacio y escondida buscaba la oportunidad de acabar con él. Un día en el que el rey estaba en su habitación se dio cuenta que no se escuchaba ni un ruido desde fuera, y cuando la muerte roja entró por la puerta, el rey supo que ella había matado a todos los huéspedes y venía a buscarlo para acabar con la última persona de esa tierra. El rey se levantó, tomó su espada, gritó, pero la muerte se quedó callada e inmóvil —es difícil hablar detrás de una máscara, incluso si hablas es como si no dijeras nada— y murmuró: “vas a morir, pero antes te dejo verme y conocerme”. Entonces se quitó la máscara y abrió su capa para que el rey la viera. Se suponía que detrás de la capa y la máscara habría un vacío pero lo que el rey veía era un montón de papeles con informaciones sobre la muerte roja. La muerte dijo: “No soy nada más que los datos contradictorios sobre mí misma. Informaciones que atacan a los demás y nadie sabrá cuál de ellas es verdad y cuál es mentira. Quien se expone a estos datos, finalmente será enterrado bajo del miedo e incertidumbre y morirá”.
El rey, que ya no podía respirar bajo del peso de los papeles, se fue a dormir y antes de morir soñó con un rey que, cuando la peste atacó a su pueblo, trató de salvar su gente. Un adivino le dijo que hasta que el asesino del rey anterior no sea detenido y deje de caminar libremente en la ciudad, la peste no los dejaría. El rey está sentado en su palacio y piensa en todas las maneras de encontrar al asesino. Ninguna es exitosa y mañana otra vez tiene que ver al adivino y preguntarle sobre el asesino, sin saber que mañana el adivino le dirá cosas que no solo cambiarán su vida sino la totalidad de la historia, de la literatura y de la psicología humana. Su problema fue no considerarse a sí mismo en las investigaciones, nunca pensó que él mismo podría ser la razón del infortunio y la enfermedad de su pueblo. En todo ese tiempo había jugado el papel de un fiscal y no consideró que él mismo era el asesino y que sus manos sangrientas hicieron que la peste se quedara en la ciudad. Pero él, como todos los reyes, al ver la miseria del pueblo puede apuntar a todos menos a sí mismo. Al parecer, la característica de los reyes es no tener un espejo en el palacio, o la paciencia de verse en él.
Él duerme pensando en las manos sangrientas del asesino que trajo la peste a la ciudad y en el sueño ve a un rey que ha traído a un revolucionario para juzgarlo. El rey, cuando habló con el rebelde, se dio cuenta que no era culpable, pero bajo la influencia del consejo del los judíos no se arriesgó y lo condenó a muerte. Después de dar la sentencia, lavó sus manos para sanitizarse y también para declarar a la Historia que sus manos estaban limpias de la sangre de ese hombre. Ahora está durmiendo en su cama y piensa que lavarse las manos da una gran seguridad interna. Cuando se expande la enfermedad, lavarse las manos no cuida solamente al dueño de esas manos sino que asegura también la vida de los demás. Durante una pandemia, lavarse las manos es como entrar en casa y cuando las personas se lavan las manos se sienten en casa. ¿Qué seguridad más grande que esta? Si lavar las manos puede detener la peste detrás de las puertas ¿por qué no puede limpiar las huellas de sangre de las manos?
Él duerme con esta seguridad y en su sueño ve a un rey que para ser rey mató al rey anterior y para cubrir el asesinato inició otros asesinatos. La reina, que fue el motivo de estos asesinatos, está durmiendo en su cama pero no puede calmarse y en el sueño constantemente lava sus manos y grita: “¡Limpiate la piche mancha, limpiate!”. Él, al contrario del rey anterior, sabe que lavarse las manos no limpia la huella de sangre en ellas, la sangre no es la peste que simplemente se limpia utilizando un jabón perfumado. Ni todos los perfumes de Arabia pueden ocultar el olor de la sangre. Pero, cuando todos lavan sus manos de la enfermedad ¿saben que no pueden ocultar el olor de sangre? La reina huele sangre en todos los sitios, incluso en su sueño.
Sueña con un rey conquistador que entró en la mezquita de Bujará y se sentó frente de los vencidos y dio una charla para ellos: O pueblo, sois muy pecadores y sus pecados fueron cometidos por sus mayores. Digo esto para declarar que soy la venganza de dios y vine por sus pecados. En este mismo momento los jinetes del rey han destruido los Coranes y los tiraron bajo los pies de sus caballos. Uno de los vencedores, viendo esos papeles rotos bajo los pies de los caballos le dijo al otro: “¿Qué es eso? Porque el dios no hace nada ni dice nada?”. El otro dijo: “Cállate, que esto es el viento de abundancia del dios que sopla. El dios y su reino en la tierra no necesitan al ser humano. Incluso si toda la gente muere, el reino de dios se quedará. Sin importar la presencia humana en la Tierra o no, el viento de la abundancia del dios soplará. ¿Por qué te cansas con lo que no necesitas? Piensa en la gente que tiene el castigo del dios frente a sus ojos y que el dios dejó sola en la muerte y desamparada.
Uno de los vencidos trata de recoger los papeles debajo de los pies de los caballos y la escritura sobre un papel captura su atención: Sujeto, la experiencia del tiempo de Coronavirus. Y un posible título: El viento de abundancia del dios. En la mitad de la página hay una instrucción donde la escritura de un texto está planeada: La soledad (Decamerón), la gran inundación de los datos sin bases (La máscara de la muerte roja), la separación de los gobernantes del pueblo (Edipo rey), lavar las manos (La Biblia), la huella de sangre (Macbeth), el desamparo absoluto (La historia de Yahangosha). La lista se quedó incompleta pero debajo de ella dice: Más o menos cuatro páginas. La estructura del cuento: el texto del dios de Borges. ¡Hazlo! En la parte de abajo de la página hay un texto con tachones que se lee difícilmente: ¿Cómo en este rincón apartado del mundo, en la mitad de esta soledad y desamparo, abandonado a sí mismo, y atrapado en los muros de hierro de esta habitación, sin un cuento nuevo más, qué miseria, cautivado por una historia de los reyes, ocupado por la muerte, sin voz, en un silencio absoluto, cómo escribir un cuento nuevo para ustedes?
El escritor tachó esta parte y en fuente pequeña escribió así en su lugar: Dios, ¿por qué nos abandonaste?